jueves, 17 de septiembre de 2009

Leyenda del Fuego.

Hace muchos años los huicholes no tenian el fuego y, por ello su vida era muy triste y dura. en las noches de invierno, cuando el frio descargaba sus rigores, en tdos los confines de a sierra, hombres y muejeres, niños y ancianos, padecían mucho.

Las noches eran para ellos como terribles pesadillas y no había más que un solo deseo: que terminaran pronto para que el sol, con sus caricias bienhechoras, les diera el calor que tanto necesitaban.

No sabían cultivar la tierra, no conocían ninguna industria. Sus habitaciones eran cuevas o simplemente en los huecos de los árboles o en sus ramas formaban sus hogares. Vivían tristes, muy tristes; pero había muchos animales que estudiaban la forma de hacerlos felices.

Un día cayo un rayo y provocó el incendio de varios árboles. Los hombres vecinos de los huicholes, y enemigos de ellos, apreisionaron el fuego y no lo dejaron apagar. Para ello nombraron comisiones que se encargaron de cortar árboles para saciar su hambre, porque el fuego era insaciable devorador de plantas, animales y todo lo que se ponía a su alcance.

Para evitar que los hucholes pudieran robarles tan grandioso tesoro, organizaron un poderoso ejécito y siempre mantenían guardianes de día y de noche.

Varios hombres hicieron el intento de robarse el fuego, pero murieron acribillados por las flechas de sus enemigos; otros cayeron prisioneros y fueron arrojados al fuego.

Al estar en una cueva, el coyote, el venado, el armadillo, la iguana y el tlacuache tomaron la decisión de proporcionar a sus amigos tan valioso elemento.

Por sorte fueron saliendo uno a uno, pero, al ser sorprendidos por los vigilates, murieron sin lograr su propósito. Sólo quedaba el tlacuache. Éste, decidido a ayudar a sus amigos, se acercó al campamento y se hizo bola. Así pasó siete días sin moverse, hasta que los guardianes se acostumbraron a verlo.

en este tiempo observó que, casi siempre, con las primeras horas de la madrugada, todos los guardianes se dormían. El séptimo día, aprovechando que sólo un soldado estaba despierto, se fué rodando hasta la hoguera. al llegar, metió la cola y una llama flamante iluminó el campamento. con el hozico tomó un pequeño tizón y se alejó rápidamente.

Al principio, el guardia creyó que la cola del tlacuache era un leño; pero cuando lo vió correr, empezó la persecución.

Millares de flechas surcaron el espacio y varias de ellas dieron al generoso animal; éste, al verse moribundo, cogió una braza del tizón y la guardó en su marsupia, su bolsa. Pero los perseguidores lo alcanzaron, apagaron la flama que había formado su cola y lo golpearon sin piedad, hasta dejarlo casi muerto.

Después se alejaron lanzando alaridos terribles y pregonando su victoria, mientras que sus compañeros danzaban alrededor del fuego. Mientras tanto, el tlacuache, que había recobrado el sentido, se arrastró trabajosamente hasta el lugar donde estaban los huicholes y alli, ante el asombro y la alegría de todos, depositó la brasa que guardaba en su bolsa.

Rápidamente el pueblo levantó una hoguera, cubriendola con zacate seco y ramas de los árboles. y después de curara a su bienhechor, bailaron felices toda la noche.

El generoso animal, que tanto sufrió para proporsionarles fuego, perdió el pelo de su cola; pero vivió contentonporque hizo un gran beneficio al pueblo de sus amigos.

Leyenda tradicional mexicana.
Versión de Alfredo Calderón Téllez

1 comentario:

  1. Descarga el videojuego "Olinki the game", basado en la leyenda de "El Tlacuache y el Fuego".
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