martes, 29 de septiembre de 2009

El bigote del tigre.

Una mujer fué un día a ver al gran sábio de su aldea, un ermitaño que tiempo atrás se había retirado a vivir a una montaña. Era un hombre sumamente respetado. Al ver a la mujer dentro de la cueva, el sabio le preguntó el motivo de su visita.

-Estoy desesperada, gran sabio. Sin duda necesito una de vuestras pociones.
-Pociones, pociones...- Murmuró el anciano -, Todos necesitan pociones... ¿Podremos curar un mundo enfermo a base de pociones?

La mujer empezó a contarle al ancianio su problema. Su marido, tras volver de la guerra, había cambiado totalmente. Pasó de ser un hombre cariñoso a alguien frío y distante. Ya no hablaba, y las pocas veces que lo hacía, su voz sonaba helada, dura, áspera. Apenas comía, y muchas veces se encerraba en su cuarto tras dar un manotazo y se negaba a ver a alguien. Había abandonado sus ocupaciones y solía pasar el tiempo sentado en la cima de una montaña, con la mirada perdida en el mar, negandose a pronunciar palabra. Sus ojos, antes vivos y cómplices, eran ahora hielo o fuego rabioso. Ya no era el hombre con quien se casó.

-La guerra... La guerra transforma a tantos...- musitó el anciano.
-Creo que una de vuestras pociones le haria volver a ser el hombre ariñoso que un día fué.
-Una poción... tan simple como una poción... En fin, te diré que no será fácil, y además para hacerla necesitará el bigote de un tigre vivo. Es su ingrediente principal. Sin bigote, no hay poción.

La mujer se fué apenada porque no sabía como podría conseguirle el bigote, pero era muy grande el amor que le profesaba a su marido, por lo que una noche se decidió a buscar ese tigre. con un bol de arróz y salsa de carne se encaminó hacia la cueva de una montaña donde se decía que habitaba un tigre. A cierta distancia de la cueva depositó el bol con comida y llamó al tigre para que viniera, pero el tigre no vino.

Así pasaron días en los que la mujer cada vez se acercaba unos pasos más a la cueva, llamando al tigre, que empezaba a acostumbrarse a su presencia. Una de esas noches, el tigre se hacercó algo a la mujer, que tuvo que esforzarse para no salir corriendo. Ambos quedaron a escasa distancia, mirandose, escena que se repitió varias noches. Días después, la mujer empezó a hablar al tigre con una voz suave, y poco tiempo después, el tigre empezó a comer cada noche el bol de comida que ella le llevaba.

Así pasaron hasta seis meses, llegando a haber cierto vínculo entre ellos, tanto así que la mujer podía acariciar la cabeza del tigre mientras éste comia. Y llegó la noche en que la mujer le suplicó al tigre que no se enojara, pero que necesitaba uno de sus bigotes para poder sentir cerca a su marido. Y se lo arrancó, y para su sorpresa, el tigre no se enfureció.

La mujer fué al amanecer a la cueva del ermitaño, a quién le enseñó el bigote de tigre que había conseguido, felíz porque ya obtendría su poción. El ermitaño tomó el bigote satisfecho, y lo arrojó al fuego. La mujer chilló sin entender nada, y el anciano la calmó, y le preguntó cómo había conseguido el bigote.

-Yo... fuí cada noche a la cueva del tigre, llevandole comida, hasta que me perdío el miedo y se hacercó a mí. Fuí muy paciente, seguí llevando la comida aunque el tigre no la probaba, seguí hacercandome cada noche aunque a veces el tigre ni siquiera salía. A partir de una noche, el tigre empezó a salir a recibirme y más tarde comía cuanto le llevaba. Entonces empecé a hablarle, dejando que me conociera, y aprendí a disfrutar también de esos momentos en los que estábamos juntos. Y más tarde, le pedí el bigote. Pero ahora que lo haz tirado... ahora no habrá poción y mi marido seguirá ajeno a mí, ¡como si no existiera!

-No te preocupes, mujer- susurró el anciano -. Y escúchate. Lograste la confianza del tigre simplemente estando ahí, ofreciédote, esperando, dejando que te conociera, hablándole y dándole el tiempo que necesitaba. Y además aprendiste a disfrutar de vuestros encuentros. ¿No crees que un hombre reaccionará de igual modo ante el cariño, la comprensión, el interés, la compañía? si pudiste ganar con cariño y paciencia la comprensión y el amor de un animal salvaje... sin duda puedes hacer lo mismo con tu marido...

La mujer lo observó y comprendió: Había aprendido una valiosa lección gracias al ermitaño. y no necesitaría de más bigotes de tigre para sentirse cerca de aquel a quien amaba.

Leyenda Tradicional Coreana.

La leyenda del murciélago.

Al principio, el murciélago era tal y como lo conocemos hoy, y se llamaba biguidibela (bigudi-mariposa, bela-carne, o mariposa desnuda). Un día frío subió al cielo y le pidió plumas al creador, pues las había visto en otros animáles que volaban. Pero el creador no tyenía plumas, así que le recomendó bajar de nuevo a la tierra y pedir una pluma a cada ave. Y así lo hizo el murciélago, eso sí, recurriendo sólamente a las aves con plumas más vistosas y de más colores.

Cuando acabó su recorrido, el murciélago se había hecho con un grán número de plumas que envolvían su cuerpo. Consciente de su belleza, volaba y volaba mostrándola orgulloso a todos los pájaro, que paraban su vuelo para admirarle. Agitaba sus alas ahora emplumadas, aleteando felíz y con cierto aire de prepotencia. Una vez, como un eco de su vuelo, creó el arco iris. Era Todo belleza.

Pero era tanto su orgullo que la humildad quedó sin lugar en el murciélago, que cada vez se tornaba más ofensivo para con las aves. Con su continuo pavoneo, hacia sentirse chiquitos a cuantos estaban a su lado, sin importar las cualidades que ellos tuvieran. Hasta al colibrí le reprochaba no llegar a ser dueño de una décima parte de su belleza.

Así que el creador, viendo que el murciélago no sólo se contentaba con disfrutar de sus nuevas plumas, sino que las usaba para humillar a los demás, le pidió que subiera al cielo, donde también se pavoneó y aleteó felíz. Aleteó y aleteó mientras sus plumas se desprendían una a una, descubriéndose de nuevo desnudo como al principio.


Durante todo el día llovieron plumas del cielo, y desde entonces nuestro murciélago ha permanecido desnudo, retirandose a vivir en cuevas y olvidando su sentido de la vista para no tener que recordar todos los colores que una vez tuvo y perdió.

Leyenda tradicional de Oaxaca.

El Águila y el Halcón.

Cuenta la vieja leyenda de los indios sioux que una ves llegaron hasta la tienda del consejero de la tribu, tomados de la mano, Toro Bravo, el más valiente y honorable de los jóvenes guerreros; y Nube Azul, la hija del cacique y una de las más hermosas mujeres de la tribu...

-Nos amamos...- empezó el jóven.
-Y nos vamos a casar...- Dijo ella.
-Y nos queremos tanto que tenemos miedo, queremos un hechizo, un conjuro, o un talismán, algo que nos garantice que podremos estar siempre juntos, que nos asegure que estaremos uno al lado del otro hasta encontrar la muerte.
-Por favor- repitieron -¿hay algo que podamos hacer?

El viejo los miró y se emocionó al verlos tan jóvenes, tan enamorados y tan anhelantes esperando su palabra. -Hay algo- dijo el viejo -pero no sé... es una tarea muy difçicil y sacrificada.
-Nube Azul- dijo el brujo -¿ves el monte al norte de nuestra aldea? Deberás escalarlo sola y sin más armas que una red y tus manos, deberás casar el halcón más hermoso y vigoroso del monte, si lo atrapas, deverás traerlo aqui con vida el tercer día después de luna llena, ¿comprendiste?
-Y tu, Toro Bravo- siguio el brujo -deberás escalar la montaña del trueno, cuando llegues a la cima, encontrarás la más brava de todas las águilas, y solamente con tus manos y una red, deberás atraparla sin heridas y traerla ante mi, viva, el mismo día en que vendrà Nube Azul. ¡Salgan ahora!

Los jóvenes se abrazaron con ternura y luego partieron a cumplir la misión encomendada, ella hacia el norte y él hacia el sur. El día establecido, frente a la tienda del brujo, los dos jovenes esperaban con las bolsas que contenían a las aves solicitadas. el viejo les pidio que con mucho cuidado las sacaran de las bolsas, eran verdaderamente hermosos ejemplares...

-¿Y ahora qué haremos?- preguntó el jóven -¿los mataremos y beberemos el honor de su sangre?
-No- dijo el viejo.
-¿Los cocinaremos y comeremos el valor en su carne?- propuso la jóven.
-No- repitió el viejo. -Harán lo que les digo: tomen las aves y átenlas entre sí por las patas con estas tiras de cuero, cuando las hayan anudado, sueltenlas y que vuelen libres.

El guerrero y la jóven hicieron lo que se les pedia y soltaron las aves; el águila y el halcon intentaron levantar vuelo, pero sólo consiguieron revolcarse por el piso. unos minutos despuès, irritadas por la incapacidad, las avesarremetieron a picoptazos entre si hasta lastimarse.

-Jamás olvuiden lo que han visto- dijo el viejo -, son ustedes como un águila y un halcon, si se atan el uno al otro, aunque lo hagan por amor, no sólo vivirán arrastrándose, sino que además, tarde o temprano, empezarán a lastimarse el uno al otro. Si quieren que el amor entre ustedes perdure, ¡vuelen juntos, pero jamás atados!

Leyenda Sioux.

viernes, 25 de septiembre de 2009

Cuento de las tres cosas.

Un día, la mesa organizó una reunión a la que invitó a la silla y a las piedras del fogón. Los tres se reunieron en la cocina, le pidió al perro que fuera por ellos porque no podían llegar por sí solos.

Cuando se reunieron, tomó primero la palabra la mesa:

–Yo los cité aquí para que veamos qué hacer con esta mala vida que llevamos. Yo sufro mucho, muchas cosas ponen en mi espalda, nadie me da de comer, sólo me ocupan para cargar la comida, sólo los cuatro dueños comen bien.

Cuando empezó a hablar, la silla dijo:

–A mí también me pasa lo mismo que a ti, yo siento bien cómo se me va haciendo pesada la carga mientras están comiendo nuestros dueños y se van acabando la comida que tú cargas.

Contestó la piedra del fogón:

–Ustedes no la pasan tan mal, nosotros sí sufrimos mucho, casi casi nos morimos cuando nos ponen el sombrero ancho en nuestras cabezas, nos empiezan a echar lumbre y nos empezamos a quemar bien feo, luego tiene que pasarmucho tiempo para que nos compongamos.

Al escucharlos contestaron las leñas:

– Ya dejen de estarse quejando de su destino y acéptenlo, eso no es nada en comparación de lo que nosotros sufrimos. Nosotros realmente nos morimos cuando nos queman y nos transformamos en cenizas, pero no nos estamos quejando.

Cuento Indígena de Guerrero.
Escrito por Aurora de Jesus Cruz.

K'uaki /El zopilote

Un día el zopilote despertó de madrugada, parpadeo repetidas veces, volteo sus ojos con el propósito de agudizar su mirada, levantó los pies para confirmar que estaba bien, ¡ de pronto! Se sacudió pensando en muchas cosas.

Se quedó estático como si estuviera ausente, tal parecía como si anduviera muy lejos, estaba pensando y en voz clara exclamó: Los años han transcurrido y yo de aquí de estos lugares jamás me he movido, muchos animales hermanos míos venían a visitarme pero, , hace ya algún tiempo que nadie se aparece, ¿ Cual será la causa por la que no vienen?, estuviera muy bien si yo fuera a verlos, llevarles un fraternal saludo que al cabo pronto regresare, nada pierdo con ir, allá voy.

Dio un salto, extendió sus alas elevándose lo mas que pudo, cuando se encontraba muy arriba empezó a mirar que solamente unos cuantos árboles existían porque los humanos a cada rato incendiaban los pastos, las flores, a los árboles y los animales allí se quemaban, a parte los hombres deforestaban derribando mas y mas árboles.

Siguió volando y vio muchos caminos a los que hoy llamamos carreteras, así también a las cosas que se movían haciendo mucho ruido, fue entonces que empezó a descender volando lo mas bajo que pudo y fue entonces que miró a muchos animales como son; los venados, zorrillos, tejones, conejos, coyotes, armadillos, víboras bien aplastados, quienes los habían aplastado fueron las cosas esas que hasta cimbran la tierra al caminar y que los hombres nombran camiones.

El zopilote al ver aquel cuadro tan desolador sintió una enorme tristeza, hablo de la siguiente manera: Mis hermanos por los caminos y los incendios se están terminando, los hombres no recuerdan y ni piensan que nosotros nos estamos extinguiendo, si a nosotros nos matan ellos también se acabaran por que no podrán vivir sin árboles y sin nosotros que a diario alegramos sus vidas y por todo lo que realizamos a favor de ellos.

Me siento realmente mal al ver todo tan triste y yo solo no podré hacer nada para remediar esta situación, entonces, ahora si de plano me boy a sentar a llorar. Se paró en un palo viejo, se cubrió los ojos y lloró y lloró sintiendo pena por los que vio muertos y por lo que se está terminando.

Es obligación de los mortales cuidar de toda clase de animales, es por eso que les pido a los niños, jóvenes y señores que, nuevamente brinquen y canten las aves, que se alegre el mundo con sus cantos, con el aullar de los coyotes, que los campos vuelvan a reverdecer por los árboles que se planten y que estén en pie.

Cuento Purèpecha.

Escrito por Benjamín González Urbina.

www.xiranhua.com.mx/cultura/tep00.htm


jueves, 24 de septiembre de 2009

El origen de la muerte.

Al principio no había muerte. Ésta historia narra cómo llegó al mundo.
Hubo un hombre llamado Leeyio, el primero puesto por Naiteru-Kop en la tierra. Leeyio fue llamado por Naiteru-Kop y recibió las siguientes instrucciones:
-Cuando un hombre muera, deberás preparar su cuerpo. Recuerda que siempre habrás de decir estas palabras: "muera el hombre, mas regresará; muera la luna y en lo remoto permanecerá.
Pasaron muchos meses antes de que nadie falleciera. Cuando, finalmente, la muerte llegó al hijo de un vecino, avisaron a Leeyio para que preparase las honras fúnebres. Mientras esto hacía, recitó las palabras que le habían sido transmitidas. Pero cometió un error y dijo:
-Muera la luna, mas regresará; muera el hombre y en lo remoto permanecerá.
Después de esto, nadie sobrevivió a su propia muerte. Transcurrió el tiempo y fue el hijo del mismo Leeyio quien encontró el fin. El entristecido padre, más meticuloso en esta ocasión, recitó con cuidado:
-Muera el hombre, mas regresará; muera la luna y en lo remoto permanecerá. Al escuchar estas palabras, respondió Naiteru-Kop: -Ya es demasiado tarde. El día que te confundiste nació la muerte entre vosotros.
Desde entonces, ningún humano regresa de la muerte. Desde entonces es la luna quien, tras desaparecer, regresa al mundo de los vivos.

martes, 22 de septiembre de 2009

La leyenda del atrapasueños

“Hace mucho tiempo cuando el mundo era joven, un viejo líder espiritual Lakota estaba en una montaña alta y tuvo una visión.

En esta visión Iktomi, el gran maestro bromista de la sabiduría apareció en la forma de una araña.

Iktomi le hablo en un lenguaje sagrado, que solo los líderes espirituales de los Lakotas podían entender.

Mientras le hablaba Iktomi, la araña tomo un aro de sauce, el de mayor edad, también tenia plumas, pelo de caballo, cuentas y ofrendas y empezó a tejer una telaraña.

Él habla con el anciano acerca de los círculos de la vida, de como empezamos la vida como bebés y crecemos a la niñez y después a la edad adulta, finalmente nosotros vamos a la ancianidad, donde nosotros debemos ser cuidadosos como cuando éramos bebés completando el círculo.

Pero Iktomi dijo mientras continuaba tejiendo su red, en cada tiempo de la vida hay muchas fuerzas, algunas buenas otras malas, si te encuentras con las fuerzas buenas, ellas te guiarán en la dirección correcta.

Pero si tu escuchas a las fuerzas malas, ellas te dañarán y te guiarán en la dirección equivocada.

El continuó, ahí hay muchas fuerzas y diferentes direcciones y pueden ayudar a interferir con la armonía de la naturaleza.
También con el gran espíritu y sus maravillosas enseñanzas.
Mientras la araña hablaba continuaba entretejiendo su telaraña, empezando de afuera y trabajando hacia el centro.

Cuando Iktomi termino de hablar, le dio al anciano Lakota la red y le dijo: mira, la telaraña es un circulo perfecto, pero en el centro hay un agujero, usa la telaraña para ayudarte a ti mismo y a tu gente, para alcanzar tus metas y hacer buen uso de las ideas de la gente, sueños y visiones.

Si tu crees en el gran espíritu, la telaraña atrapara tus buenas ideas y las malas se irán por el agujero.

El anciano Lakota le pasó su visión a su gente y ahora los indios Sioux usan el atrapasueños como la red de su vida”.

Leyenda Sioux.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Los lobos y la tortuga.

Una tortuga caminaba por ahí cuando, de pronto, aparecieron unos lobos hambrientos y se la comieron.

Acabaron de comérsela y sintieron sed. Entonces fueron a donde habían visto agua, pero no encontraron ya nada, ni una sola gota.

—¿Por qué se habrá terminado el agua? —se preguntaban los lobos —. ¿Dónde la podremos encontrar?

—Vamos a ver por allá, tal vez encontremos agua para beber —dijo uno de ellos.

Y buscaron y buscaron, pero no encontraron nada de agua.

En eso andaban cuando vieron un águila que se estaba bañando allá arriba, en una peña. Con las alas se echaba agua en la espalda. Entonces los lobos le dijeron:

—¡Oye, tenemos sed! Échanos un poquito de agua.

El águila se sacudió y entonces los lobos lamieron las gotas de agua que caían.

Pero seguían teniendo sed.

—Por favor, échanos más agua. Tenemos mucha sed.

—¡Ah! —dijo el águila—. Quieren tomar agua, pero se comieron a mi hermana tortuga, la dueña del agua. Si tienen sed, entonces tráiganla.

—Pero no podemos traerla porque nos la comimos.

—Sí pueden. Traten de sacarla de sus cuerpos. Vomiten todo lo que se comieron.

Después deberán remendarla, juntando todos sus pedazos. Si logran hacerlo, si la reparan y la dejan igual que como estaba antes, tendrán agua —dijo el águila.

—Bueno, está bien —dijeron los lobos —, lo intentaremos, porque la verdad ya no aguantamos la sed.

Y con trabajo, los lobos empezaron a echar para fuera lo que se habían comido. Luego recogieron todos los pedacitos de la concha y los remendaron.

—Pero, ¿cómo vamos a ponerle las tripas? —le preguntaron al águila.

—Pueden trenzar cintas de trapo y ponérselas en la panza —les contestó el águila.

Y así lo hicieron.

—Ya está. Ya compusimos a la tortuga. Y ahora, ¿qué hacemos para que aparezca el agua? —preguntaron los lobos.

—Ahora hagan un pozo donde quepa la tortuga, un pozo en forma de cántaro —contestó el águila.

Los lobos escarbaron y escarbaron la tierra hasta hacer el pozo.

—Y ahora, ¿qué más hacemos? —volvieron a preguntarle al águila.

—Metan ahí a la tortuga y digan así: "Sal agua blanca, sal agua blanca." Pero no vayan a tomar el agua cuando brote, aunque salga a chorros. Deberán esperar a que se forme un río —les advirtió el águila.

Así lo hicieron y la tierra empezó a humedecerse poco a poco. Salió agua y más agua hasta que se formó un río.

Entonces los lobos pensaron:

—De veras que la tortuga es como la dueña de nuestra vida, dueña del agua, como padre del agua. ¿Qué nos hubiera pasado si no la hubiéramos devuelto y remendado?

—Sin agua, de seguro no hubiéramos vivido mucho tiempo.

Y cuenta la leyenda que por eso que hicieron los lobos, es que la tortuga tiene la concha remendada.
Leyenda tradicional mexicana.
Versión de Esther Jacob.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Leyenda del Fuego.

Hace muchos años los huicholes no tenian el fuego y, por ello su vida era muy triste y dura. en las noches de invierno, cuando el frio descargaba sus rigores, en tdos los confines de a sierra, hombres y muejeres, niños y ancianos, padecían mucho.

Las noches eran para ellos como terribles pesadillas y no había más que un solo deseo: que terminaran pronto para que el sol, con sus caricias bienhechoras, les diera el calor que tanto necesitaban.

No sabían cultivar la tierra, no conocían ninguna industria. Sus habitaciones eran cuevas o simplemente en los huecos de los árboles o en sus ramas formaban sus hogares. Vivían tristes, muy tristes; pero había muchos animales que estudiaban la forma de hacerlos felices.

Un día cayo un rayo y provocó el incendio de varios árboles. Los hombres vecinos de los huicholes, y enemigos de ellos, apreisionaron el fuego y no lo dejaron apagar. Para ello nombraron comisiones que se encargaron de cortar árboles para saciar su hambre, porque el fuego era insaciable devorador de plantas, animales y todo lo que se ponía a su alcance.

Para evitar que los hucholes pudieran robarles tan grandioso tesoro, organizaron un poderoso ejécito y siempre mantenían guardianes de día y de noche.

Varios hombres hicieron el intento de robarse el fuego, pero murieron acribillados por las flechas de sus enemigos; otros cayeron prisioneros y fueron arrojados al fuego.

Al estar en una cueva, el coyote, el venado, el armadillo, la iguana y el tlacuache tomaron la decisión de proporcionar a sus amigos tan valioso elemento.

Por sorte fueron saliendo uno a uno, pero, al ser sorprendidos por los vigilates, murieron sin lograr su propósito. Sólo quedaba el tlacuache. Éste, decidido a ayudar a sus amigos, se acercó al campamento y se hizo bola. Así pasó siete días sin moverse, hasta que los guardianes se acostumbraron a verlo.

en este tiempo observó que, casi siempre, con las primeras horas de la madrugada, todos los guardianes se dormían. El séptimo día, aprovechando que sólo un soldado estaba despierto, se fué rodando hasta la hoguera. al llegar, metió la cola y una llama flamante iluminó el campamento. con el hozico tomó un pequeño tizón y se alejó rápidamente.

Al principio, el guardia creyó que la cola del tlacuache era un leño; pero cuando lo vió correr, empezó la persecución.

Millares de flechas surcaron el espacio y varias de ellas dieron al generoso animal; éste, al verse moribundo, cogió una braza del tizón y la guardó en su marsupia, su bolsa. Pero los perseguidores lo alcanzaron, apagaron la flama que había formado su cola y lo golpearon sin piedad, hasta dejarlo casi muerto.

Después se alejaron lanzando alaridos terribles y pregonando su victoria, mientras que sus compañeros danzaban alrededor del fuego. Mientras tanto, el tlacuache, que había recobrado el sentido, se arrastró trabajosamente hasta el lugar donde estaban los huicholes y alli, ante el asombro y la alegría de todos, depositó la brasa que guardaba en su bolsa.

Rápidamente el pueblo levantó una hoguera, cubriendola con zacate seco y ramas de los árboles. y después de curara a su bienhechor, bailaron felices toda la noche.

El generoso animal, que tanto sufrió para proporsionarles fuego, perdió el pelo de su cola; pero vivió contentonporque hizo un gran beneficio al pueblo de sus amigos.

Leyenda tradicional mexicana.
Versión de Alfredo Calderón Téllez